GRITO DE CERA
- MAR_STEPHANNY
- 22 dic 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 21 ago 2020
Recuerdo haber despertado con mucha emoción. Parece que el sueño que había tenido hace algunos años, hoy se hacía realidad. Me levanté con mucha energía y con ganas de comerme el mundo de un solo bocado. Me bañé, desayuné y salí de casa. Estaba muy ansiosa. Como es habitual, las manecillas del reloj giraban muy rápido. Iba tarde, pero tan pronto marcaron las doce, ahí estaba yo en esa enorme puerta. Era increíble ver tantas luces, cámaras, gente de lado a lado comunicándose por un pequeño micrófono y una gran voz de fondo. Era una realidad, ya no estaba al otro lado de la pantalla, ahora estaría unos segundos dentro de ese aparato que no distingue de edades o clases sociales, que sencillamente habita en todos los lugares del mundo.
En el canal todo lucía radiante. Como era costumbre, empecé a hablar con las modelos que me acompañaban. No parecían ser muy listas, aunque no puedo negar su inconfundible belleza. Empezaron a hablar de todas sus experiencias, y que esto no era nada más que un simple comercial. A diferencia de ellas, yo estaba feliz: sería mi primera vez en televisión y no lo arruinaria por la indiferencia de las demás.
De repente las luces se apagaron y, despavoridos, todos empezaron a correr. Cuando la energía volvió al lugar, se escucharon gritos de horror que venían del camerino. No me lo estaba imaginando. Todas las modelos estaban perdiendo su cabello y su cara empezó a desfigurarse como si fuesen de cera, como si empezaran a derretirse. Lo primero que hice fue mirarme al espejo, pero yo me encontraba intacta, aunque con una pequeña diferencia: me había quedado muda. No podía decir una sola palabra y, a pesar de que mis labios se movían, los sonidos no salían de mi boca. Una de las modelos se me arrojó y trató de rasgar mi piel, pero entre el llanto y la desesperación de la chica, pude tomar impulso y quitármela de encima.
Las personas empezaron a tropezar con los cables y las luces cayeron sobre las telas que decoraban uno de los escenarios y eso propagó un gran incendio. Lo que escurría de cada modelo eran los pedazos de silicona y las extensiones de sus bellas y sedosas cabelleras. Por otro lado, a las maquilladoras se les derretían las manos, a los camarógrafos los ojos, y así, a cada persona se le desprendía alguna parte del cuerpo. De pronto, un hombre salió aterrorizado con los pantalones abajo y, con el rostro completamente acongojado, gritó: “¡Ayuda! Mi pene se derrite”.
Un grito más fuerte me despertó, “¡Hey, pasa a maquillaje. Ya llevamos dos horas de retraso!”, fueron las palabras que escuche del director.
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